Hola:
Tengo que confesar que, no soy muy cinéfilo, la verdad. A mí
me sacas de las pelis de tiros (y si son de rayos laser, mejor todavía) y me
dejas frío. El problema es que tragarme
un dramón, de los que la crítica alaba con tanto entusiasmo, teniendo en cuenta
que la vida misma ya es un drama de por sí, sinceramente, no me motiva demasiado.
Sin embargo, me ha dado por leer, en los diarios, los que se
comentaba de los Premios “Oscar” (mas conocidos por “Los Oscars”) para ver si
alguna de las películas ganadoras era digna de verse y me ha sorprendido que lo
que realmente importaba, eran los vestidos que lucían las actrices.
Claro está, que los trajes de los hombres (salvo alguna
excepción) son más insulsos y no dan nada para comentar pero, dedicar tantas
líneas de texto para describir, pelos y señales, la ropa que lucía tal o cual
actriz, si el escote era o no exagerado, si le quedaba como el culo o la hacía
más esbelta, me parece de un snobismo espeluznante, con la que está cayendo por
ahí fuera y por aquí dentro.
Que no digo yo que los refugiados sirios y los parados
españoles importen una mierda a los periodistas (no llego a tanto) pero,
desgraciadamente, en estas ocasiones, la peca en la espalda o la lorza en la
cadera de la actriz de turno son motivo de comidilla internacional y los litros
de tinta o los minutos de los telediarios que se gastan en esas chuminadas me
resultan vomitivos.
Seguramente estoy cayendo en la demagogia pero, si cada dólar
gastado en vestidos y joyas, se dedicara a otras cosas más interesantes, como
dar de comer a la gente que lo necesita, por ejemplo, el mundo sería mucho
mejor.
También podría meter en el mismo saco a los sueldos estratosféricos
de los futbolistas, la suntuosidad de las ceremonias vaticanas (con sus oropeles
y casullas bordadas en pedrería, los viajes de los eurodiputados, etc. pero………. eso me da pié para otro post y no pienso
desaprovecharlo.
Un abrazo “asqueado”,
Esteban