MI BLOG DE COCINA

viernes, 26 de noviembre de 2010

LAISSEZ FAIRE, LAISSEZ PASSER


Después de lo que ha llovido, no me cabe en la cabeza que alguien, con dos dedos de frente, siga creyendo en la capacidad de auto-regulación del mercado como mejor forma de ordenar la economía.
Ni siquiera en un hipotético sistema de competencia perfecta (que no es el caso), “la mano invisible” de Adam Smith (1723-1790) es capaz de conseguir que un sistema, cuya simetría no puede ser nunca geométrica y cuyos objetivos son endogámicos, produzca cómo resultado “el bien común”.
Imaginaros que el mercado es una cazuela de leche y las empresas son los granos de polvo de chocolate. Si no se revuelve permanentemente, se forman grumos que tienden a hacerse más grandes cada vez ¿verdad?. Lo mismo pasa con el Mercado. Si no hay una intervención externa-cuchara, las empresas-polvo se juntan unas con otras, formando grumos-conglomerados que distorsionan la competencia aprovechándose de su tamaño y creciendo indefinidamente a costa de los más débiles. Al final, las situaciones de oligopolio o monopolio son la consecuencia lógica.
Hoy en día hay multinacionales que mueven presupuestos mayores que muchos gobiernos y grupos financieros que hacen temblar las economías de países de cierto nivel, como puede ser el caso de Grecia, Irlanda, Portugal o incluso España.
¿Os imagináis que pasaría si no hubiera intervención alguna de los gobiernos para paliar las desigualdades? ¿Alguien quiere realmente vivir en un mundo en el que la “XXX CONSOLIDATED INC.” tenga la capacidad de decidir quien tiene derecho a la sanidad?

Ya sabéis que no tengo excesiva simpatía por los políticos profesionales pero, vista la alternativa, prefiero mil veces que me gobiernen ellos a que me gobierne la mano invisible, o la mano muerta, del mercado.
Un abrazo “preocupado”

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿SON TODOS UNOS REPLICANTES?


Supongo que casi todo el mundo recordará la famosa película BLADE RUNNER (en la que, por cierto, Harrison Ford hizo una interpretación memorable) que estaba inspirada en la no tan celebrada novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (Philip K. Dick 1968).

Los personajes de la película, unos androides prácticamente indistinguibles de los seres humanos pero con la fecha de caducidad grabada en sus genes, buscaban la eliminación de esa tara para poder equipararse al resto de la espacie.

El lenguaje cinematográfico hace que la historia se narre en clave de aventura pero, sin embargo, no consigue velar el dilema moral que se plantea en la novela y que es, simplemente, la dificultad de contestar a la pregunta ¿qué es lo que nos hace humanos?.

Supongo que no puedo ocultar que la historia, además de encantarme en cuanto aventura, me marcó profundamente y me hizo cuestionarme algunas de las ideas preconcebidas que había considerado correctas hasta ese momento.

Si las características físicas no me sirven para separar lo “humano” de lo “no humano”, no me queda más remedio que acudir a otras varas de medir. En la “mecánica” se usa una regla discriminatoria que se llama “form, fit and function”, o sea que, si la pieza tiene la misma forma, encaja en el mismo sitio y tiene la misma función se puede decir que es la misma cosa y entonces da igual todo lo demás. Si aplicáramos esta misma sistemática para determinar la “humanidad” de nuestros congéneres seríamos incapaces de discriminar y se nos colarían un montón de replicantes por la puerta de atrás. Debo acudir pues a el único arma que me queda y que no es otra que juzgar la “catadura moral”.

Ya se que usar cosas tan etéreas y subjetivas como “la moralidad” no es aceptable bajo el punto de vista científico pero, como tampoco tengo clara la existencia de algo fuera de mi mismo (mi “solipsismo” se está agravando por momentos), a mi me va a bastar para elaborar mi conclusión.

Y, después de un sesudo análisis de personajes representativos de la vida pública de nuestro país, he llegado a la conclusión de todos ellos son realmente replicantes por lo que me voy corriendo a localizar el teléfono de Harrison Ford para que venga a ayudarme a apresarlos y recluirlos en una zona de seguridad donde dejen de molestar.

No quiero pensar en la otra posible conclusión de mi razonamiento: ¿Será que el único tipo raro soy yo? ¿Seré yo el androide y serán los demás los verdaderos humanos?.

Un abrazo “asustado”,

Esteban

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿DE QUE VA ESTE SEÑOR?

Siguiendo el principio de prudencia, he preferido esperar un par de días, antes de escribir este post, a que se me pasara el enfado que había pillado por las declaraciones y homilías del “Santo Padre” durante su visita a nuestro país.

Voy a dejar aparte (que también habría “tela que cortar”) mi opinión sobre la dudosa elegancia de una persona que va de visita a una casa, en la que le tratan “a papo de rey” y encima no tiene que pagar un duro, hace comentarios negativos sobre el anfitrión.
Tampoco voy a cargar las tintas sobre la pasta indecente que nos ha costado a todos los ciudadanos esta visita pero no me resisto a mencionar el hecho de que debiera haber sido pagada con los impuestos de los católicos y no de todos los demás, a los que (vaya por delante mi opinión), no nos interesaba lo más mínimo recibir a un Jefe de Estado de tan minúsculo país.

De una lectura de los periódicos extraigo que J. Razinger, a la sazón Benedicto XVI, opina que:

- La situación ideal para España era la que había en los años del “Nacional-Catolicismo”
-El papel de la mujer es el de “ama de casa”
-La homosexualidad destruye la familia
-El único método aprobado para la contracepción es la abstinencia sexual.
-Las mujeres que abortan debieran ser condenadas, además de por la Santa Inquisición, por los tribunales civiles.
-Los enfermos se tienen que aguantar y “sufrir con resignación su enfermedad” porque la investigación con células madre es pecado.
-El sexo es perverso y la castidad es sinónimo de pureza.
En fin que ¡más de lo mismo!

No se muy bien a que carta quedarme en temas de religión ya que navego entre una atenuada religiosidad y un agnosticismo militante, dependiendo de los días pero, visto lo visto, digo yo que ……¡ para decir estas cosas se podía haber quedado en su casa !

Un abrazo “ecuménico”,

Esteban