MI BLOG DE COCINA

sábado, 28 de marzo de 2009

¡ Y QUE LUEGO ME DIGAN …. !


 
La necesidad de transmitir lo que se piensa, de descargar las emociones que hacen arder los intestinos, de gritar a los cuatro vientos los que uno siente y no puede decir en las conversaciones de café con los compañeros, es lo que me empuja a escribir.

Aunque la cabeza no esté clara, los dedos estén rígidos por la frustración y lo único que realmente te apetezca es sentarte en un sofá para ver como va pasando el mundo a tu alrededor, sin hacer nada más que mirar, la compulsión de escribir, como si estuviera marcada en los genes, te obliga a levantarte. Enciendes el ordenador, te enfrentas a una hoja en blanco y comienzas a soltar frases y más frases, a pesar de saber que lo que tu escribas no va a tener la más mínima trascendencia y el universo no va a cambiar ni un ápice con tu intervención.
¡Y, a pesar de todo, escribes!
Hoy no voy a comentar una noticia de un periódico sino un video que pasaron el “El Informal” un día cualquiera, que he olvidado, de esta semana. El video en cuestión era un extracto de un programa de TV de Arabia Saudita en la que un locutor, vestido a la usanza tradicional de aquel país, peroraba sobre la obligación de la mujer de satisfacer al hombre en la cama en todo lo que él quisiera. Yo no hablo árabe por lo que me tengo que fiar de los subtítulos, en inglés, que salían debajo del video pero no tengo elementos para dudar de la corrección de la traducción. El locutor desgranó, durante unos minutos, multitud de argumentos, basados en su libro sagrado, para justificar esta aberrante (por no llamarla de otra manera) idea.
El asco que sentí es muy difícil de describir. Me imaginé, durante un momento, a una mujer Saudita satisfaciendo, con sumisión y con el miedo marcado en los ojos, los instintos de un grueso y babeante animal, del cual por cierto, el propio locutor podría ser perfectamente una representación bastante aproximada.
La libertad y la igualdad deben estar presentes en todos los aspectos de la relación hombre-mujer pero, si en un aspecto debe reinar de manera absoluta es en el sexo. No concibo y mi mente se niega a aceptar, una relación sexual en la que no haya libertad de elección por ambas partes. Incluso en las relaciones sado-masoquistas, hay un previo consentimiento. También incluso en la prostitución hay una transacción comercial que, con todas las salvedades que se quieran hacer, implica una aceptación previa por parte de la mujer. Lo que proponía el locutor, sin embargo, era la esclavitud sexual de la mujer como un criterio religioso fundamental.
Ya sabéis lo que pienso de las religiones en general. Ya sabéis que, para un ser racionalista como yo pretendo ser, cualquier imposición moral desde la religión es inaceptable. De aceptar algo, aceptaría la “moral natural” pero, como no estamos seguros de que exista, pues también la paso por mi propio tamiz y juzgo su idoneidad en función de mis propios valores auto-aceptados. Lo que oí (o más bien leí) me llenó de vergüenza ajena y me hizo compadecer a las mujeres que viven en Arabia Saudita.
¡Y que luego me vengan los eruditos de ese mundo a cantar las excelencias de su cultura! ¡Y que luego me cuenten que solo son unos pocos exaltados los que deforman la idea original!. Por favor ¡No ofendan mi inteligencia!.
Todavía recuerdo la polvadera que se levantó a raíz de un post que escribí, hace ya algún tiempo sobre la contratación de una profesora de Cultura y Religión árabe en el País Vasco. No olvidaré fácilmente las respuestas, llenas de fervor aunque educadas, de Elena. Supongo que después de aquello, no me habrá vuelto a leer así que no tendré del placer de ver que responde ahora a este post pero, de verdad, que me gustaría.
Un abrazo “con el estómago revuelto”,
Esteban