MI BLOG DE COCINA

miércoles, 18 de febrero de 2009

QUE FRÁGIL ES LA MEMORIA


Después del último post que ¿quién lo iba a decir? Levantó una tormenta “de aquí te espero” había pensado hacer algo fresquito y relajante. Lo que pasa es que, como suelo decir a menudo, la realidad es muy terca y toma sus propias decisiones sin contar para nada contigo. No me queda más remedio que escribir sobre un tema horrible pero, no os preocupéis los sensibles de corazón, que intentaré ahorraros los detalles más escabrosos. El objetivo del post de hoy no es, pues, levantar polémica (ya que creo que todos estaréis de acuerdo) sino remover las conciencias y avivar las memorias.
El titular de hoy es: El tardío perdón del torturador y hace referencia al juicio que se está llevando a cabo contra Kaing Guek Eav (alias ‘Duch’), tristemente conocido director de la prisión de Tuol Sleng en la que murieron entre 15.000 y 20.000 personas, torturadas y ejecutadas, bajo el régimen de los Jemeres Rojos en Camboya, entre 1975 y 1979. En ese período, se calcula, que fueron ejecutadas en este país unos 2 millones de personas (lo que representaba, aproximadamente, una cuarta parte de su población). Kaing Guek Eav, por lo visto, ha pedido perdón a sus víctimas durante el juicio.
El genocidio camboyano fue, sin duda para mi, el mayor que se ha producido en la historia de la humanidad. No digo esto por el número de víctimas (seguramente los nazis mataron a más gente), tampoco por la fría estadística porcentual (dejaron al país prácticamente despoblado) sino por la crueldad extrema de las muertes, que siempre o casi siempre eran posteriores a una cruel tortura. En comparación con los Jemeres Rojos, los Nazis casi parecen meros técnicos de laboratorio con su obsesión por la eficiencia, incluso, en las cámaras de gas.
Todos los genocidios son absolutamente execrables y todos merecen igual juicio pero, en este caso, si es posible añadir agravantes, la extrema irracionalidad de las ejecuciones, los cadáveres tirados sin ton ni son en medio de los arrozales (sin siquiera ser cubiertos por una capa de tierra), el ensañamiento, cruel hasta el límite, con los que luego iban a morir, hacen pensar en “alimañas” más que en seres humanos. Hoy, al ver las imágenes en las televisiones y los periódicos, he vuelvo a recordar como si de una pesadilla se tratara, la primera vez que las vi. Era entonces muy joven pero se me quedaron grabados “a fuego” en el cerebro los cráneos tirados “de cualquier manera” en mitad de los campos. Ese desorden hacia, si cabe, más horrible el escenario de la muerte.
El mayor responsable de estas barbaridades, Pol Pot, al fallecer se libró del juicio humano para pasar, es de suponer, al juicio divino. No es que dude de la justicia de Díos (aun no estando muy seguro de cual es la “jurisdicción divina” que le tocaba a este señor) pero me hubiera gustado verle sentando en el banquillo, enfrentado cara a cara a los pocos supervivientes de su barbarie. Ahora ya no podrá ser, ¡una pena!.
¿Cuántos de vosotros os acordabais de estos hechos? ¿Cuántos de vosotros, siquiera, sabíais que habían ocurrido?. Yo, tengo que reconocerlo, los había olvidado hace tiempo, como aquel que olvida el horror para no tener que revivirlo. ¡Qué frágil es la memoria! ¿verdad?
Un abrazo “horrorizado”
Esteban